lunes, 19 de diciembre de 2011

EL CUADERNO DE PHOSPORUS. CUENTO 2


OLUCARO

Cuentan los que mas han vivido, acerca de lo que sus abuelos les contaron, la historia que paso de boca en boca, de generación, en generación, acerca de Olucaro, todos se acercaban en la fiesta anual de la cosecha, cuando el año, traía consigo el invierno y los días se cubrían más de la noche que del día a escuchar el cuento típico para espantar a los niños y que estos se porten bien todo el año.
En esos tiempos, los tiempos antes de nuestro tiempo y antes del tiempo de nuestros abuelos, vivía un hombre, dicen que al norte donde, el viento es mas frio y los veranos son cálidos y los inviernos crudos, este hombre, amaba tanto las noches que su vida se regía completamente por ellas, dormía en los días y festejaba en las noches, pero su en su alma solo cavia su propia razón, estaba entregado a la soberbia y la avaricia, en los días como estos en que el año nuevo estaba próximo, gastaba bromas y sustos a todo aquel que le daba oportunidad, nuestros ancestros, cansados de todos aquellos excesos y molestias en los festivales, le hicieron juicio por su fechorías, pues no se limitaba a las bromas, simples, violaba o golpeaba brutalmente, para satisfacer su alegría, su mente en ese juicio ya no estaba cuerda, al menos eso fue lo que pensaron los más ancianos en ese tiempo, por tal motivo se le dejo vivir hasta la siguiente fiesta de la cosecha, las leyes eran expresas con los dolores de la mente, esperar todo un año, para ver si este está realmente loco o recobra la lucidez, aquel hombre aunque en todo aquel año se demostró su locura, nuestros ancestros no estaban satisfechos con aquella afirmación, así que de su mano el día de la cosecha, hicieron su justicia, enviándolo a la orca, que era una soga improvisada amarrada a la rama de un roble, el hombre antes de morir, dijo a todos cuanto lo ollero -la muerte es lo que necesito- nuestros ancestros no entendieron sus palabras y lo colgaron, todos celebraron su muerte inclusive los que lo declararon loco y se opusieron ante tal condena, toda el festival de la cosecha, estuvo el cuerpo colgado, recibió burlas e insultos, bailaron alrededor de él y se deleitaron en su falta de vida, fue un gran festival, tanto así, que a la mañana siguiente, despertaron todos con resaca y dolores, nadie se acordó del cuerpo de aquel loco, ahorcado, hasta pasados algunos días, fueron a buscar el cuerpo en el roble donde yacía colgado, pero su sorpresa, fue tremenda al ver que el cuerpo no estaba, no le dieron importancia, pues, era un simple loco, amante del dolor ajeno.
Así paso todo el año, hasta entrada la víspera de las festividades de la cosecha, todo estaba preparado, los vinos, guardados, los panes, en los hornos, todos se preparaban y llegado el día del equinoccio que marca el año nuevo, todos celebrando apareció un muerto, cuerpo putrefacto, teñido de sangre seca, negra, moviéndose como zombi, deambulando, por el pueblo, nadie lo noto, pues todos celebraban mientras, se acercaba desde la oscuridad que le ofrecía la noche, empezó a desaparecer gente, primero niños, luego viejos, mujeres, cuando se dieron cuenta era tarde, ya no era un zombi, las vidas que devoraba, le devolvieron el aspecto que tenía en vida, solo sus ojos parecían dos cuencos vacios, que eran imposibles de alumbrar, los brujos se enfrentaron al muerto, con su magia, pero él se burlaba de todos cuanto lo intentaban y caían en sus garras. Esa fue la más sangrienta de las fiestas de la cosecha de todos los tiempo, y hubiera devorado a todos nuestros antepasados, si no fuese por, un pequeño que inocente, viendo las atrocidades cometidas por ese ser impuro, no le temió y se le acerco diciendo –me entrego a ti, a cambio de que dejes a todos cuantos hay aquí- el muerto, le miro, curioseando –¿quien eres tu mocoso?- el niño lo pensó un momento y dijo –soy el que sabe tu nombre- el muerto le respondió –el nombre que use en vida no te sirve para que te tome como trato de paz- el niño no le temió -Olucaro, el hombre que se dejo devorar por la noche- el muerto se sorprendió y se asusto –como sabes aquel nombre?- el niño no se había olvidado del colgado en toda la noche y aunque los demás dormían, ese día el festival pasado, el permaneció despierto, pues la noche le era extraña y también lo que los mayores habían hecho, lo vio hasta que amaneció, cuando solo escucho el grito seco, de aquel nombre y la desaparición del cuerpo –me ofrezco a cambio de que dejes, mi pueblo- le repitió, todo había cambiado, el niño al conocer el nombre de aquel ser impuro le podía jurar un trato de paz, como estaba dicho, desde los primeros ancestros, así Olucaro, tomo al niño y desapareció, todos escucharon el nombre, por lo que por generaciones se ha hecho el pacto, ya no se sacrifican niños, pero si animales y preciados objetos, y al día de hoy, todo se cree una leyenda, pues solo basta con encender una vela a la puerta de tu casa para que te deje en paz, Almenas es lo que dicen.

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